domingo, 13 de marzo de 2011

EN LOS OJOS LA INMENSA OLA DEL CÉSPED


                                                A la poeta Sandra Apablaza, hasta Temuco.



                                                    y que salten al cielo las aves del follaje...

                                                                 PABLO NERUDA




                                                                                           .

                                                                                                           


De pronto he entrado al Museo Ferrodiario de Temuco, los chayuyos
en las faldas del Volcán, el Salto del Río Laja,
Puerto Saavedra con olor a Neruda, y la Plaza de Armas
y el Túnel de las Raíces,
de pronto el campanario junto a los picantitos, la Santa Trinidad
y Quepe, el jardín de los días con sus palabras,
la desnudez del vuelo en su dilatada fogata, el pájaro de la ansiedad
en las llaves de las ventanas,
con ese aire fresco del camino recién a caminar
entre las escaleras verdes del Lago Icalma, entre las estatuas
de madera y el Volcán Lonquimay; así despiertas en el diamantino
sigilo del pabilo, la lluvia espesa que se abre,
las bodegas de vino en el trasiego del asombro,
___ calles siempre hechas para la lluvia, para la violenta ráfaga
del espejismo, cuerpo blanco, amanece en aquellas aldabas
de lo profundo, en aquel racimo de gotas, uvas en la almohada
con olor a viaje circular de ángeles.
De pronto se me hacen tan de hoy aquellas carnes, aquel aguacero
de trenes, de sequías, de nostalgías, de hortensias sutilemente
cultivadas con las manos del cierzo.
Allá el río Cautín, intocable, fervoroso, con su ombligo de campana;
habitante de límpida vagina, movido por el aliento de unas manos
que sabe trasegar los suenos en las manos;
aquí el tesoro de las araucarias y la trementina, el jardín al oído
del incensario, follaje del pan en el espejo.
La abeja poliniza el césped de la tormenta; los vitrales del destello
con esa luz que no cabe en los mapas, ni en los armarios,
ni siquiera en el cuenco de las manos.
De pronto la ola entra y sacude los rincones, los aleros de aquellas
casas hechas para soportar la tempestad, al hervor de los poros
en el velo de la lengua, la fragancia húmeda del bosque,
esos estertores sutiles del tránsito, el umbral, ahí, en el otro ojo
que suspira; que transmuta la primavera en orgasmos,
imagénes, acaso del asombro al borde del sueno; el día tiene, ahora,
desnudos imaginarios, vistas como el Cerro Nielol
con el alma de las rosas en el ínstante de las manos; cristal
del deseo cerca del estanque.
Puedo sentir el viento estacionario de los suenos; sangra el vértigo
De la luz sobre ventanas de ámbar; resucita la intrepidez del arroyo,
Hasta volver cómplices los pétalos del aire,
Hasta hacer de las bodegas del vino tinto de las luciérnagas,
Un incensario para ir deletreando el alfabeto....

Barataria, 13.III.2011
12.10 PM


-- André Cruchaga,
www.artepoetica.net
''Vivir para los demas es la mejor manera de vivir para uno mismo''

                                           

2 comentarios:

  1. André gracias por bello e inmenso poema el sur nos une.. las aves llegan suspiran sobre los rostros poeticos.. el volcán nos mira.. el cerro Nielol espera...

    Ledeska

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  2. Gracias a ti, por regalarme parte de esa poesía que de tu Sur.

    Un fuerte abrazo.

    André Cruchaga

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